Agung y Arip, dos amigos aventureros, se encontraron enredados en una historia escalofriante cuando se toparon con la enigmática pueblo del sur de Meraung. Conocido solo en susurros entre los lugareños, este pueblo estaba envuelto en misterio y miedo.
Todo comenzó en un día aparentemente ordinario cuando Agugg, conducido por la curiosidad, se aventuró por el camino golpeado durante una caminata. Cuando cayó al anochecer, se dio cuenta de que estaba desesperadamente perdido. El denso bosque parecía tragarlo, y un temor arrastrado se asentó en sus huesos. Mientras tanto, Arip, notando la ausencia de Agung, se propuso encontrar a su amigo, sin darse cuenta de los horrores que los esperaban.
Mientras Arip buscaba, se topó con un viejo letrero cubierto de vegetación que decía "Village South Meraung". Un escalofrío corrió por su columna, pero su determinación de encontrar a Agung lo impulsó hacia adelante. El pueblo parecía abandonado, con casas en ruinas y un misterioso silencio que se rompió solo por el susurro de las hojas.
El corazón de Arip latía con fuerza mientras llamaba a Agung, su voz resonaba en las calles desoladas. De repente, escuchó un leve grito de ayuda. Después del sonido, encontró a Agung atrapado en una antigua y desmoronada casa. El alivio arrasó con Arip, pero fue de corta duración. Cuando se acercó, el aire se volvió más frío, y una sensación de malevolencia los envolvió.
Agung, pálido y tembloroso, susurró sobre el oscuro secreto del pueblo. Se había encontrado con apariciones fantasmales que le advirtieron sobre una maldición que plagó a la aldea. Los espíritus, atados a la tierra, buscaban atrapar a cualquiera que se atreviera a entrar. Arip, aunque escéptico, no podía negar el miedo palpable que los agarró a ambos.
Mientras intentaban escapar, el pueblo parecía cobrar vida con una intención siniestra. Las sombras se movieron de manera no natural, y los susurros llenaron el aire, instándolos a quedarse. Los amigos corrieron, sus corazones aceleraron, mientras la energía malévola del pueblo intentaba atraparlos. Justo cuando la esperanza parecía perdida, tropezaban con el límite del pueblo, liberándose de su agarre maldito.
Sin aliento y sacudido, Agung y Arip prometieron nunca volver a hablar del pueblo del sur de Meraung. Pero el recuerdo de esa noche aterradora los perseguió, un recordatorio escalofriante de los peligros que acechan en lo desconocido.